Caída libre

sábado, 24 de octubre de 2009


Un día de octubre del 1929, Joe Kennedy (antecesor del clan Kennedy, con su JFK, su John John, y su Mundugus Kennedy (un pariente no reconocido), estaba hojeando la sección de la Bolsa del periódico. De repente, desde unos centímetros por debajo oyó una rancia voz que le aconsejaba comprar acciones de empresas petroleras y del ferrocarril. Joe Kennedy miró hacia abajo y vio que el que le hablaba era su limpiabotas.
- Si cualquiera puede invertir en bolsa e incluso el limpiabotas sabe del tema es que, realmente, el mercado bursátil está sobrevalorado.


Y así era. Ya hacía días que en la Bolsa se producían caídas de 7 o hasta 12 puntos (que parece que es mucho) y el pánico se extendía hasta que algunos banqueros optaban por comprar títulos a bajo precio y fingir, por consejo del Consejo (jeje) de la Reserva Federal, que todo aquello eran fluctuaciones “normales”.

Ese 24 de octubre, más tarde conocido como “el jueves negro”, la cosa empezó a despeñarse. Organismos serios y oficiales empezaron a hacer pronunciamientos: que nadie se ponga nervioso, mantengamos la calma, todo va bien. Y la gente, llevada por el pánico, intentaba venderlo todo o encontrar una ventana abierta para saltar al vacío.


El jueves negro fue terrible.
Pero enseguida fue superado por “el domingo del miedo” y el “martes negro” (que fue peor porque venía tras el lunes… y todos sabemos lo mucho que joroban los lunes).

Por tanto, la moraleja que debemos aprender es: por muy catastrófico que sea un día, no hay que desesperar: mañana puede ser peor.

Portada de un periódico del “black Thursday”


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